Hoy quiero compartir con uds un escrito realizado por mi segundo hijo, como producto de conversación matutina de hoy, son ideas que invitan a la reflexión:
» Te levantas como todos los días. Vas a la nevera, tratas de decidir que tomar hoy: de pronto leche, o mejor jugo de naranja o tal vez solo agua. Tratas de seleccionar que vas a descongelar para el almuerzo: ¿Carne o pollo? Montas el café para preparar un buen con leche que te levante el ánimo y expulse la pereza. Montas unas «arepitas» para los niños (para no perder la bonita costumbre venezolana) y vas al cuarto, te acuestas de nuevo para despertar a tu esposa, darle un beso a tus hijos y ayudarlos a comenzar la faena.
De pronto decides llamar a tus padres. Quieres saber cómo están ellos, como van sus vidas y no perder el contacto a pesar de la distancia. Mamá y papá te cuentan que lavan los platos con champú de carro, que no encuentran jabón de baño hace algunos días, que ayer caminaron por varias carnicerías por horas y no consiguieron pollo ni carne, solo cochino (puerco), que la tía de Maracay caminó horas para luego hacer una cola de unas horas más para comprar un par de muslos de pollo. A pesar de todo sonríen, y tu supones que en el fondo esa sonrisa busca de alguna manera calmarte a ti pues ellos ven tu rostro desencajado mientras has escuchado todas sus penurias.
Te despides de ellos con un nudo en el alma pero también con una sonrisa para no preocuparles. En pocas palabras devuelves el gesto. Sales a la cocina y vuelves a ver el festín de abundancia que habías abandonado algunos minutos atrás. Se te parte el alma, piensas en los amigos, en los hermanos de crianza, en los compañeros de vida y tratas de imaginar sus penurias, sus tristezas, su «al mal tiempo buena cara». Imaginas a tus padres, señores que trabajaron con honestidad para construir un mejor país, que se acercan a la tercera edad, teniendo que mostrar un documento de identidad para poder comprar comida, o cualquier otro producto y te sientes miserable. En un arrebato de ira y tristeza solo tratas de pensar en la manera de ayudarles, de mandarles algo, de solucionar al menos lo más básico, pero te das cuenta que es inútil.
Por último reflexionas acerca de su futuro y con una mueca socarrona piensas en la idiotez ilustrada de quien Gobierna a Venezuela. Mientras no se consiguen alimentos, medicinas, artículos de aseo personal y quien sabe cuantas cosas más, ese Gobierno obliga a firmar a la mayoría de los ciudadanos para que Barack Obama no castigue a los corruptos «revolucionarios» que tienen millonarias cuentas y propiedades en los Estados Unidos.
Te das cuenta: Ante un panorama desalentador y sin futuro a corto o mediano plazo, comienzas en tu mente a hacer tu propia lista, tu grupo más selecto, a los que de una u otra forma «tienes que sacar» para salvar su futuro. Es tu versión venezolana de «La lista de Schindler». No hay más opciones, no tienes tiempo que perder.
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Publicado por Alexander Zapata para El Don el 4/08/2015 08:48:00 a. m.