Para escribir a los niños estuve un rato pensando, estuve imaginando un sitio especial una casa o una escuela con muebles muy decorados, paredes blancas, techo azul. Libros como pasteles, cuadernos de chocolate, con muchos niños golosos comiendo más divertidos. Consumiendo el contenido de libros y de cuadernos. Mientras oían el cuento que su maestra leía. Era un cuento tan bonito que todos la escuchaban, sonreían y al llegar la salida ninguno quería irse, porque al final de ese día ellos fueron muy felices. Cuando cada clase sea un festín organizado, con dulce vocabulario, con mucha imaginación, habrá quienes lo disfruten, no se lo quieren perder. No solo imaginación requiere la profesión. Necesita iniciativa, ética y mucho amor, para convertir la clase en una celebración. Celebrar que aprenderán: ciencia, lengua y matemática, ingles, cartografía y religión también. Que al final de la jornada todos saldrán victoriosos y los padres orgullosos un boletín recibirán, con lindas calificaciones y de vacaciones irán. Si este poema pudiese convertirlo en realidad, tendríamos la escuela soñada seria una felicidad. Si pudiésemos cambiar los regaños por cariño, los gritos por una canción, que felices seriamos todos sin tanta preocupación.
Autora: Carmen Seijas.