Desesperación y aislamiento
El dictador venezolano muestra signos de debilidad como pocas veces.
Los indicios de un poder que se le escurre y el temor a una traición
Nicolás Maduro siente, no escucha, un tic-tac recurrente. In pectore. No es ninguno de los incontables relojes que lleva cada día en su muñeca izquierda, cuya mano está vestida además con un imponente anillo de esmeralda y oro regalado en un viaje a Azerbaiyán, cuando aún podía recorrer el mundo sin temor a dejar por un tiempo Caracas. Hoy, el dictador venezolano no se aleja mucho y cuando lo hace regresa pronto a la capital. Desconfía de todos. Tanto, que hasta su guardia personal es cubana.
En sus últimas apariciones públicas al sucesor de Hugo Chávez se lo notó más ansioso que lo habitual. Asustado. No es habitual que en apenas una semana pida dos veces diálogo con los Estados Unidos. En Washington respondieron por medio del Secretario de Estado, Mike Pompeo. “Hubo conversaciones, pero no vemos que esté interesado en celebrar elecciones libres”. Fin del asunto. En la Casa Blanca no se detendrán en las maniobras de distracción del régimen. No comulgan con la diplomacia de la dilación.
Maduro tiene motivos para su actual estado. La brisita finalmente no se convirtió en huracán y sabe y teme que alguna maniobra mal dada o un error de cálculo pueda desatar un conflicto mayor. Es el que podría darse en el límite con Colombia. ¿Tiene el control absoluto sobre todos los grupos armados y sobre sus propias milicias y Fuerza Armada Nacional Bolivariana? No. Alguien más podría dar una orden que no cuadre con su plan y el de sus consejeros cubanos. La perfidia sobrevuela Miraflores.
No sería el mejor momento para enfrentar al vecino país. Con un ejército desmotivado, desarmado, hambriento y humillado, las cosas no resultarían. La deserción es continua en las filas que debería cohesionar Vladimir Padrino López, quien ya nada puede -o quiere- hacer para contener la irremediable hemorragia de soldados y oficiales. Cada vez hay menos convencidos de la defensa de una ficticia Revolución, pocos generales hablan con verdadera convicción de lealtad y la mayoría responde a parcelas de poder.