La dictadura de Caracas explicitó su plan abiertamente.
Qué esperar en las próximas semanas.
Ecuador y el “consultor” inesperado
Por Laureano Pérez Izquierdo | 13 de octubre de 2019
Nicolás Maduro y Rafael Correa.
Rafael Correa reconoció -en una entrevista al diario El Mundo- que trabaja para la dictadura de Nicolás Maduro. Hace “consultoría”, dijo, cualquiera sea el alcance conceptual de ese oficio tan abárcativo. Es, quizás, una forma elegante de admitir una ayuda económica. El ex presidente ecuatoriano no puede regresar a su país como consecuencia de las 29 causas por corrupción que se le iniciaron una vez que abandonó el poder.
Quien ocupara el Palacio de Carondelet durante más de diez años fue denunciado por poner en marcha una campaña feroz contra su sucesor Lenín Moreno. Ocurrió luego de visitar durante una semana a sus antiguos aliados y actuales empleadores. Permaneció en Venezuela ese tiempo, coincidente con el lanzamiento de un paquete de medidas antipopulares por parte del actual mandatario de Ecuador. ¿Cómo dejar pasar esa oportunidad?
Ambos adversarios fueron rápidos en sus movimientos: el primero en unirse -a la distancia- a las protestas por el antipático rosario de resoluciones económicas con que Moreno martirizó el ajustado bolsillo de los ecuatorianos. El segundo para advertir públicamente que su ex aliado jugaba esta partida asesorado por Caracas. Correa no reniega de sus simpatías con el chavismo, aunque jura que no está alentado ni financiado por el desvencijado estado. A su rival lo apoyan organismos internacionales, países pertenecientes al Grupo de Lima y los Estados Unidos.
Si bien Venezuela está quebrada económicamente para su pueblo, en el Palacio de Miraflores resguardan algún resto para hacer política latinoamericana. ¿A qué otro político regional estarán ayudando? ¿O dónde más están interviniendo con sus dólares? Diosdado Cabello, uno de los hombres más poderosos del régimen, se apresuró a mostrar las cartas regionales cinco días atrás cuando graficó que «una brisita bolivariana» se dejaba sentir en Ecuador, Perú y Argentina. También incluyó a otras naciones en su mensaje: Brasil, Honduras y Colombia. Pero con su declaración, alimentó con combustible las sospechas de injerencia externa en la crisis ecuatoriana.