La seguidilla de protestas en Venezuela, Chile, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Argentina, Colombia y Haití demuestra una insatisfacción generalizada de los latinoamericanos con las política actual y las reformas económicas. ¿Qué está pasando?
América Latina, en gran parte, ha sido penetrada como nunca por la política de EEUU y los ajustes de su brazo financiero, el FMI. Los ajustes del FMI son iguales para todos los países de la región. Comienzan con una primera torcida del brazo, eliminando o reduciendo los gastos públicos. Sigue la aplicación del ‘shock’ privatizando todos los bienes públicos, ahorros de los trabajadores acumulados durante décadas en cuestión de unos pocos decretos. El siguiente paso es ‘flexibilizando’ la relación entre los trabajadores y los dueños de la propiedad (empresarios), que reduce en forma significativa los salarios.
La aplicación de los ajustes las realizan regímenes ‘fuertes’. Tienen que convencer por las buenas o por las malas a los trabajadores que su sacrificio es para el beneficio del país. Las medidas represivas van de acuerdo con la resistencia del pueblo: Pinochet en Chile, Fujimori en Perú, Salinas de Gortari en México y tantos otros. En Panamá los ajustes del FMI favorecieron a los dueños del capital de manera extraordinaria. En la década de 1970, el 66 por ciento de la riqueza producida en el país formaba parte de la masa de salarios que recibían los trabajadores. Para principios del siglo XXI la relación se había invertido, el 66 por ciento de las riquezas iban a los empresarios y sólo el 34 por ciento restante llegaba a los trabajadores y sus familias.