
Como influyo el error de Trump, Bolsonaro, Duque, Piñera, Almagro y otros tantos al desconocer que a pesar de los errores de gestión, la corrupción y la hiperinflación responsabilidad del Régimen Madurista, un sector importante de Venezuela sigue siendo chavista.
Por: Víctor de Currea-Lugo, Ph
El fracaso del 23 de febrero, en la frontera entre Colombia y Venezuela, no es más que el resultado de una larga cadena de acontecimientos fallidos. Tal vez el mayor es no ser capaz de leer a la Venezuela real, no tener estrategia, cerrar los ojos y botar los dados al aire.
La autoproclamación es viable cuando uno tiene el poder: Recep Tayyip Erdogán, siendo Primer Ministro de Turquía, decidió volverse presidente y desde su poder, cambió el régimen de parlamentario a presidencialista. Vladimir Putin nombró como sucesor a su presidencia a Dmitri Medvédev, quien garantizó el regreso de Putin. Uribe eligió presidente a Iván Duque. En los tres casos hay una constante: tenían un poder real, interno, legítimo para hacer eso.
La autoproclamación de Juan Guaidó pasó, muy rápidamente, de boom mediático a chiste de pasillo, a objeto de memes. Hay otros líderes de la oposición venezolana más conocidos y hasta con más discurso, pero el producto “Guaidó” no vendió. A pesar del reconocimiento de Estados Unidos, Israel, Colombia, Brasil, España, Francia, Suecia y Reino Unido, entre otros gobiernos, Guaidó no ha logrado el reconocimiento de la ONU ni de la OEA en pleno. No tiene un ápice de poder real: No fue capaz de ir más allá de lo simbólico. Ser presidente en Twitter no sirve. El poder es algo que se ejerce, no simplemente que se nombra, y Guaidó no ejerce ningún poder. Seguirá ahí porque parece que no hay un plan B.
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