Permite que tu corazón sepa que eres perfecto


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Se como la  semilla germinando y creciendo

con la luz del sol capaz de transformarte y ser luz

Procedemos de la luz y vamos hacia ella.

 Puede que no seas consciente de ello, puede que ni siquiera lo hayas soñado —que eres perfecto—, que nadie puede ser otra cosa,  que el estado de Buda es el centro exacto de tu ser, que no es algo que tiene que suceder en el futuro, que ya ha sucedido. Es la fuente de la que tú procedes; es la fuente y también la meta. Procedemos de la luz y vamos hacia ella.

Pero estás  profundamente dormido, no sabes quién eres.

No es que tengas que convertirte en alguien, únicamente tienes que reconocerlo, tienes que volver a tu propia fuente, tienes que mirar dentro de ti mismo.

Una confrontación contigo mismo te revelará tu estado de Buda.

El día que uno llega a verse a sí mismo, toda la  existencia se ilumina.

Eres perfecto. Ya sé que puede parecer presuntuoso, puede parecer muy hipotético, no puedes confiar en ello totalmente. Es natural. Lo comprendo. Pero permite que se deposite en ti como una semilla.

El primer hito del camino de la autodependencia es el propio amor, como lo llamaba Rousseau, el amor por uno mismo. Esto es, mi capacidad de quererme, lo que a mí me gusta llamar más brutalmente el saludable egoísmo y que abarca por extensión la autoestima, la autovaloración y la conciencia del orgullo de ser quien soy.

Quizás pensemos que no hay egoísmo sano… pero si lo hay.

Dice Bucay “Si yo hiciera cosas por vos, no podría seguir siendo autodependiente. No dependería de mí, sino de lo que necesitas de mí”. Surgirían en el otro la mentira, la traición la deslealtad y yo…

 Entonces… quizás… poco a poco me vaya volviendo dependiente.

Y si me encuentro siendo dependiente, bueno sería que revise esto.

Si soy dependiente, entonces hay permisos que no me puedo conceder.

Y si hago esto debe ser porque no me creo valioso o no me quiero lo suficiente.

Jamás hago cosas por los demás. Suena muy egoísta… porque es un discurso egoísta.

Lo que pasa es que éste no es el egoísmo mezquino y codicioso que estamos acostumbrados a pensar… Es el egoísmo de aquellos que se quieren suficientemente como para saber que son valiosos… y que tienen cosas para dar. Sin que lleguemos a la idea de poca o nada con la solidaridad.

Hay dos posturas filosóficas que son bien opuestas. Una, que cree que el ser humano es malo, cruel, dañino, perverso, y que lo único que espera es una oportunidad para poder complicar al prójimo y sacarle lo que tiene. Y otra que dice que el ser humano es bueno, noble, solidario, amoroso y creativo, y que, por ende, si lo dejamos en libertad de ser quien es descubrirá lo que hay que descubrir, y descubriremos que finalmente se volverá el más generoso y leal de los animales de la creación.

Porque en libertad puedo elegir ser solidario aunque sepa que, en realidad, no lo hace por el otro sino por él mismo.

La solidaridad y la no solidaridad son confundidas

muchas veces con el egoísmo.

La idea de que si yo soy egoísta no voy a pensar en nadie más que en mí es la idea de creer que tengo un espacio limitado para querer, una capacidad limitada para amar a alguien, y que entonces, si lo lleno de mí, no me queda espacio para los demás.

Esta idea no sólo es absurda, sino que además es absolutamente engañosa. No hay una limitación en mi capacidad de amar, no tengo límites para el amor, y por lo tanto tengo capacidad para quererme muchísimo a mí y muchísimo a los demás. Y de hecho, desde el punto de vista psicológico, es imposible que yo pueda querer a alguien sin quererme a mí.

El que dice que quiere mucho a los demás y poco a sí mismo miente en alguno de los dos casos. O no es cierto que quiera mucho a los demás, o no es cierto que se quiera poco a sí mismo.

El amor por los otros se genera y se nutre, empieza por el amor hacia uno mismo. Y tiene que ver con la posibilidad de verme en el otro.

Aquella idea tan ligada a las dos religiones madre de nuestra cultura, la judía y la cristiana, “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, es un punto de mira, un objetivo de máxima.

No es amarás “más” que a ti mismo.

Es amarás “como” a ti mismo.

Esto es lo máximo que uno puede pretender.

Hay dos maneras de querer ayudar al prójimo.

El autor del presente libro las llama las de ida y las de vuelta. En lo personal yo las llamo las aprendidas y las libres.

En el caso de la aprendidas tendremos la solidaridad por: el miedo (ayudo por miedo a que me pase a mí), la culposa (ayudo cuando me acuso de dar gracias que eso no me esté pasando a mí), la de inversión (ayudo apoyado en la ley de la compensación que dice si das te será devuelto multiplicado), la obediente (ayudo siguiendo la enseñanza del hogar sostenida en el que hay que compartir) y la de “hoy por ti mañana por mí” (ayudo porque si algún día me toca a mi serán solidarios conmigo); estas solidaridades no tienen nada de altruista. La solidaridad libre es aquella que doy sin esperar nada y pensando que dar no significa quedarse vacio, solo se queda vacio aquel que nada tiene para dar, la solidaridad es la posibilidad de verme como igual ante el otro.

Qué… porqué somos dependientes?


Robin Williams como Peter Pan

Robin Williams como Peter Pan

 

El bebé humano recién nacido es el ser vivo más frágil, dependiente y vulnerable que existe en la creación. Cualquier otra criatura viva, desde los unicelulares hasta los animales más avanzados, tiene una pequeña posibilidad de sobrevida cuando nace si no está la mamá o el papá para hacerse cargo. Un bebé humano no tiene ni siquiera una posibilidad en un millón, es absolutamente dependiente.

La solución que la naturaleza encontró para resolver esta dependencia absoluta de los humanos fue crear una relación donde difícilmente los padres puedan abandonar a los hijos. El instinto o el amor (prefiero pensar en el amor) nos lleva a sentir a estos “cachorros” como parte de nosotros; dejarlos sería una mutilación, sería como decidir renunciar a una parte de nuestro propio cuerpo.

Pero este mecanismo no sólo aporta seguridad, también genera problemas. A los padres esto no nos resulta nada fácil. Porque nunca es fácil ser el carcelero y el libertador. Esta sensación de que el otro es una prolongación mía puede ser muy buena para ese bebé en los primeros tiempos, motivándome a cuidarlo y protegerlo; porque en realidad el hijo fue concebido desde los deseos de los padres y por lo tanto la decisión es producto de una vivencia bastante autorreferencial.

Un día, a los trece años, mi hijo Demián, pesca en casa un libro de psicología y se pone a leerlo. Entonces viene y me dice:

¿Es verdad que los hijos somos producto de una insatisfacción de los padres?”… y me di cuenta que el libro tenía razón. Es este deseo insatisfecho —educado, pautado cultural o personalmente— lo que nos motiva a tener hijos. Los hijos nacen por una decisión y un deseo nuestros, no por un deseo de ellos.

Y a los padres nos cuesta.

Queremos retenerlos, eternizar el cordón que los une a nosotros.

Contamos para eso con la experiencia, el poder, la fuerza, el dinero y, sobre todo, el saber.

Porque siempre creemos que sabemos más que ellos.

—Papi… papi… Estuve con Huguito, que viene de pelearse con su papá…

—¿Y por qué se peleó con su papá?

—Porque el papá de Huguito dice que él sabe más que Huguito…

—Sí… hijo. El papá de Huguito sabe más que Huguito.

—¿Y cómo sabes vos, si no lo conoces al papá de Huguito?

—Bueno, porque es el padre, hijo, y el padre sabe más que el hijo.

—¿Y por qué sabe más que el hijo?

—Y… ¡porque es el papá!

—¿Qué tiene que ver?

—Bueno, hijo, el papá ha vivido más años… ha leído más… ha estudiado más… Entonces sabe más que el hijo.

—Ah… ¿Y vos sabes más que yo?

—Sí.

—¿Y todos los padres saben más que los hijos?

—Sí.

—¿Y siempre es así?

—Sí.

—¿Y siempre va a ser así?

—Sí, hijo, ¡siempre va a ser así!

—¿Y la mamá de Martita sabe más que Martita?

—Sí, hijo. La mamá de Martita sabe más que Martita…

—Decime papá, ¿quién inventó el teléfono?

El padre lo mira con suficiencia y le dice:

—El teléfono, hijo, lo inventó Alexander Graham Bell.

—¿Y por qué no lo inventó el padre de él que sabía más?

¿Será cierto que sabemos más que nuestros hijos?

A veces sí y a veces no.

En el mejor de los casos, intentamos capacitar a nuestros hijos para entrenarlos a resolver problemas que nunca van a tener. Porque van a tener otros… ¡que nosotros ni siquiera pudimos imaginar!

Los padres no vamos a vivir en el mundo de nuestros hijos. Nosotros hemos vivido en el nuestro.

Suceden cosas muy interesantes en el mundo en el que vivimos:

“los chicos vienen cada vez más inteligentes” “Los chicos nacen más maduros”

Ingenuamente, los padres siempre creemos que sabemos más acerca de las cosas que les convienen a nuestros hijos, qué es lo mejor para ellos.

A veces es cierto, pero no siempre.

Más allá de la estimulación, el material genético transmitido de padres a hijos también lleva información de aprendizaje.

Una parte del conocimiento adquirido en la vida se transmite a los hijos. Este material genético heredado conlleva información adicional que el hijo no tenía.

Ahora es como un enano subido a los hombros de un gigante. Es un enano, pero ve más lejos.

Pero… ¿Cómo no conservar actitudes de aquellos que fuimos —digo bebes, niños, adolescentes y adultos— si en realidad siguen viviendo adentro de nosotros y no los podemos negar?

Seguimos siendo los adolescentes que fuimos, los niños que fuimos, los bebés que fuimos.  Anidan en nosotros los niños que alguna vez fuimos. Pero… Estos niños pueden hacernos dependientes.Cuando esto sucede, la única solución es que alguien, un adulto, se haga cargo de mí. Hay un adulto en nosotros cuando somos adultos. Él, y no otro adulto, se hará cargo del niño que hay en mí.

Esto es autodependencia.

«Autodependencia”


“En un bosque se bifurcaron dos caminos,

y yo… Yo tomé el menos transitado. Esto marcó

toda la diferencia.”

 

Robert Lee Frost

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Y un día me anime a dejar de pelearme conmigo, a dejar de buscarme en situaciones exteriores y personas que no hacían más que ayudarme a perder aun mas profundamente en sus propias ilusiones, en sus dramas, en sus miedos, que yo vivía como propios porque no sabía que tenía una enorme conciencia que me llenaba por completo y tampoco comprendía para que estaban esas personas delante de mis ojos, me di cuenta que yo proyectaba y creaba todo en mi experiencia y que en mi mundo el poder y la grandeza eran míos y nadie podía arrebatármelos..

Y un día me atreví a vivir mi vida, a abrazarme, a cuidarme, a dejar de abandonarme al mejor postor a cambio de alguna miasma de amor, no volví a criticarme, ni a exigirme, ni a hacer nada que no tenga que ver con lo que deseo…..me deslice por otro camino, nunca antes transitado por mi y abandone el miedo, la desdicha, la tristeza, los diálogos mentales, las quejas, las estrategias, las interpretaciones, los viejos patrones de conducta que jamás me dieron paz, pude ser honesto y decir Basta!!!!! y solo me entregue a un universo increíble, lleno de aventuras, de sorpresas, de saltos de frecuencia y vibración…

Si!!!  Vibraba diferente, reaccionaba diferente, deje de ser una persona predecible para saltar a la incertidumbre de todos los días empezar desde quien soy hoy… jamás volví a usarme como referencia de mi actual estado…. desde mi limite y mis nuevas elecciones, apostaba por mí como nunca antes lo había hecho, confiaba plenamente en mí mismo y en mi accionar, deje las teorías de otros y me puse a escribir mi propia historia sobre bases fundamentadas en mi propio corazón.

 

El proceso fue intenso, rico, de un sentir muy fuerte, no todo lo experimentado es para compartir, esos son secretos y experiencias conmigo mismo, ya que mi propia relación conmigo es increíble, de mucha compañía, todo lo que no era real se diluyo, mi personalidad o lo que yo creí que podía vender como “YO” comenzó a morir de a poco, ya no era el títere de las circunstancias manejado a merced de mi infelicidad, comencé a ser titiritero de mi conciencia, creando, manifestando, ayudándome en todo y el personaje que había inventado para sentirme protegido, porque ya no tenia nada que defender, no me importaba ni la opinión ni la proyección de nadie, eso es libertad, puedo estar con todos porque no necesito a nadie, entonces no hay negociaciones, ni carencias, solo me relaciono por el amor, para compartir amor, no hay una búsqueda de salva vidas, o bastones que ya no necesito, solo reflejo mi amor por mí en todos mis vínculos y eso es lo que recibo todo el tiempo….., solo quiero estar en mi, conmigo, en mi paz y desde esos hechos contagiar a quien quiera escuchar que puede crearse una vida única basada en el auto respeto, en la propia valoración, en el amor incondicional por todos los seres.

El Rumbo


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EL CAmino de la AUTODEPENDENCIA

Seguramente hay un rumbo posiblemente

y de muchas maneras personal y único.

Posiblemente haya un rumbo seguramente

y de muchas maneras el mismo para todos.

Hay un rumbo seguro y de alguna manera posible.

De manera que habrá que encontrar ese rumbo y empezar a recorrerlo. Y posiblemente habrá que arrancar solo y sorprenderse al encontrar, más adelante en el camino, a todos los que seguramente van en la misma dirección.

Este rumbo último, solitario, personal y definitivo, sería bueno no olvidarlo, es nuestro puente hacia los demás, el único punto de conexión que nos une irremediablemente al mundo de lo que es.

 Para mí estos caminos inevitables son cuatro:

1.-  El camino del encuentro definitivo con uno mismo, que yo llamo

El camino de la Autodependencia.

 2.-  El camino del encuentro con el otro, del amor y del sexo, que llamo

El camino del Encuentro.

 3.- El camino de las pérdidas y de los duelos, que llamo

El camino de las Lágrimas.

 4.-Y el camino de la completud y de la búsqueda del sentido, que llamo

El camino de la Felicidad.

Llamemos al destino final como cada uno quiera: felicidad, autorrealización, elevación, iluminación, darse cuenta, paz, éxito, cima, o simplemente final… lo mismo da. Todos  sabemos que arribar con bien allí es nuestro desafío.

Ojalá nos encontremos allí.

Querrá decir que ustedes han llegado.

Querrá decir que lo conseguí también yo.

JORGE BUCAY

 

Aquí me gustaría recordarles o recomendarles buscar la entrada referida a “La Alegoría del Carruaje” ayudará a tener mucho más claro hacia a donde trata de llevarnos este hermoso libro.

Para entender la dependencia, vale la pena empezar a pensarnos de alguna manera liberados y de muchas maneras prisioneros. En este “casi ser y casi no ser” que evoca el poeta, pensarnos desde la pregunta: ¿Qué sentido y qué importancia le dará cada uno de nosotros al hecho de depender o no de otros?

Dice el autor:

Retomo aquí el lugar donde una vez abandoné una idea, que definí con una palabra inventada: Autodependencia.

¿No había ya suficientes palabras que incluyeran la misma raíz?

Dependencia

Co-dependencia

Inter-dependencia

In-dependencia

¿Hacía falta una más?

Creo que sí.

La palabra dependiente deriva de pendiente y pendiente significa también incompleto, inconcluso, sin resolver.Dependiente es aquel que se cuelga de otro. Al depender de otros para que nos digan quiénes somos, a nuestros ojos y nos vemos solamente a través de los ojos de los demás. Depender significa literalmente entregarme voluntariamente a que otro me lleve y me traiga, a que otro arrastre mi conducta según su voluntad y no según la mía.

Termina conduciendo irremediablemente hacia la imbecilidad. La palabra imbécil la heredamos de los griegos  (báculo: bastón), quienes la usaban para llamar a aquellos que vivían apoyándose sobre los demás, los que dependían de alguien para poder caminar, sin tener ningún impedimento físico que los obligara a. Aquellos adultos sanos que sigan eligiendo depender de otros se volverán, con el tiempo, imbéciles sin retorno. La causa de ello son muchas, pero, no puedo justificar la dependencia porque no quiero avalar la imbecilidad.

Fernando Savater hace un análisis de las distintas clases de imbéciles y expone:

Los imbéciles intelectuales aquellos que cuando tienen que tomar una decisión van por el mundo preguntando: ¿Cómo soy? ¿Qué tengo que hacer? ¿Adónde tengo que ir? ¿Qué harías en mi lugar?

Los imbéciles afectivos los que dependen todo el tiempo de que alguien les diga que los quiere, que los ama, que son lindos, que son buenos.

Un imbécil afectivo está permanentemente a la búsqueda de otro que le repita que nunca, nunca, nunca lo va a dejar de querer. Todos sentimos el deseo normal de ser queridos por la persona que amamos, pero otra cosa es vivir para confirmarlo.

Los varones tenemos más tendencia a la imbecilidad afectiva que las mujeres. Ellas, cuando son imbéciles, tienden a serlo en hechos prácticos, no afectivos.

El 95% de los hombres está con otra mujer, conviviendo o casi. En contra posición El  99% de las mujeres sigue viviendo sola o con sus hijos. Hablamos con ellas y dicen:

—Una vez que resolví cómo hacer para arreglar la canilla y que acomodé el tema económico, para qué quiero tener un hombre en mi casa, ¿para qué me diga “tráeme las pantuflas, mi amor”?

Los imbéciles morales, los que necesitan permanentemente aprobación del afuera para tomar sus decisiones.

Cuando alguno de estos modelos de dependencia se agudiza y se deposita en una sola persona del entorno, el individuo puede llegar a creer sinceramente que no podría subsistir sin el otro. Todo lo que hace está inspirado, dirigido, producido o dedicado a halagar, enojar, seducir, premiar o castigar a aquel de quien depende.

Este tipo de imbéciles son los individuos que modernamente la psicología llama COdependientes. Un codependiente es un individuo que padece una enfermedad similar a cualquier adicción, diferenciada sólo por el hecho (en realidad menor) de que su “droga” es un determinado tipo de personas o una persona en particular. La codependencia es el grado superlativo de la dependencia enfermiza.

Alguna vez han escuchado: “¿Es que no puedo vivir sin él?

La verdad es que siempre puedo vivir sin el otro, siempre, y hay dos personas que deberían saberlo: yo y el otro. Me parece horrible que alguien piense que yo no puedo vivir sin él y crea que si decide irse me muero…

Por eso suelo decir que el codependiente no ama; él necesita, él reclama, él depende, pero no ama.

Me encantaría que la gente que yo quiero me quiera; pero si esa gente no me quiere, me encantaría que me lo diga y se vaya (o que no me lo diga pero que se vaya). Porque no quiero estar al lado de quien no quiere estar conmigo…

Es muy doloroso. Pero siempre será mejor que si se quedara engañándome.

Dice Antonio Porchia en su libro Voces:

“Han dejado de engañarte, no de quererte, y sufres como si hubiesen dejado de quererte”. Pienso que nadie recibe la apreciación de no ser querido gustosamente, para minimizar esa frustración nos volvemos manipuladores:

El primer peldaño es intentar transformarme en una necesidad para vos.

Me vuelvo tu proveedor selectivo: te doy todo lo que quieras, trato de complacerte, me pongo a tu disposición para cualquier cosa que necesites, intento que dependas de mí, reemplazo mi deseo de ser querido por el de ser necesitado. Porque ser necesitado se parece tanto a veces a ser querido…

Pero a veces, a pesar de todo lo que hago para que me necesites,

vos no pareces necesitarme, intento que me tengas lástima…

Porque la lástima también se parece un poco a ser querido…

¿Y si no consigo que te apiades de mí? ¿Qué hago? ¿Soporto tu indiferencia?…

¡Jamás!

Si llegué hasta aquí, por lo menos voy a tratar de conseguir que me odies, porque lo más difícil de aceptar es la indiferencia. Y sucede que uno se topa con gente mala, tan mala que… Yo diría insensible elevada a la encima que ¡ni siquiera quiere odiarnos! Entonces como no consigo que me odie. Trato de que me tengas miedo.

Si no pude conseguir sentirme querida ni necesitada, si te negaste a tenerme lástima y ocuparte de mí por piedad, si ni siquiera conseguí que me odies, ahora vas a tener que notar mi presencia, quieras o no, porque a partir de ahora voy a tratar de que me temas. Cuando la búsqueda de tu mirada se transforma en dependencia, el amor se transforma en una lucha por el poder.

La codependencia se trata y se cura.

La propuesta es:

Abandonar TODA dependencia

Muchos estudiosos del tema dan como solución la INTERdependencia. En la interdependencia yo dependo de vos y vos dependes de mí. La interdependencia parece generar lazos indisolubles que se sostienen porque dependo y dependes, y no desde la elección actualizada de cada uno. Porque los interdependientes son dependientes; y cuando uno depende, ya no elige más…

Así que, aparentemente, sólo queda una posibilidad:

La INdependencia.

Independencia quiere decir simplemente llegar a no depender de nadie. Y esto sería maravilloso si no fuera porque implica una mentira: nadie es independiente. ¿Por qué es imposible la independencia?

Porque para ser independiente habría que ser autosuficiente, y nadie lo es. Nadie puede prescindir de los demás en forma permanente.

Necesitamos de los otros, irremediablemente, de muchas y diferentes maneras.

Ahora bien. Si la independencia es imposible… la codependencia es enfermiza… la interdependencia no es solución… y la dependencia no es deseable… ¿entonces qué?

Examinemos entonces el término “Autodependencia”

Próxima Entrega…